El principal reto del mercado laboral en México no es la pobreza laboral, sino la productividad, sostuvo Benjamín Alemán Castilla, académico del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE). Pero el bajo rendimiento es resultado, a su vez, de empleos con bajos salarios, amplias jornadas y poca capacitación.
La pobreza laboral “es un síntoma de algo más grave”, dijo este miércoles en la presentación del reporte Trabajo decente en México 2005-2022: Análisis con perspectiva de género. Ese algo de mayor gravedad es el déficit de fuerza laboral “suficientemente capacitada” y la falta de oportunidades de empleo decente.
Para el tercer trimestre de 2022, el 40.1% de la población se encontraba en pobreza laboral, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Es decir, 51.6 millones de personas viven con un ingreso laboral inferior al valor monetario de la canasta alimentaria.
“Para que el trabajo sea decente, las personas tienen que ser productivas y ganar un salario justo por lo que aportan a sus empresas”, indica el informe del IPADE. Sin embargo, esta relación sueldo-trabajo no siempre existe.
En los últimos 18 años, “la capacidad del país para generar empleo se ha mantenido sin cambios significativos”. La covid-19 provocó la mayor conmoción en el mercado laboral y en este tiempo de recuperación “se observa una tendencia creciente moderada de la población ocupada en el sector informal”.
Pese a ello, según el documento, la ocupación en el sector informal “aumentó sólo marginalmente entre 2005 y 2022”, pero ha afectado “más en todo momento a las mujeres”.
En 2022, el 40% de los hombres recibía ingresos equivalentes a menos de las dos terceras partes de la mediana de los salarios por hora. En esa misma situación estaba el 41.3% de las trabajadoras.
La investigación, coordinada por Benjamín Alemán, confirma que “las mujeres suelen ganar salarios más bajos que los hombres”. Por el contrario, hay una mayor proporción de hombres con salarios suficientes, apuntó.
La realidad de la doble jornada de trabajo
En promedio, tres de cada 10 personas ocupadas, principalmente los hombres, “trabajan más de 48 horas por semana, lo que constituye una jornada laboral excesiva, de acuerdo con estándares internacionales”, según el reporte.
Cerca del 30% de los hombres ocupados trabajan más de 48 horas semanales, lo cual no es un indicador volátil, los aclaró Benjamín Alemán. Sólo en la pandemia ese porcentaje “tuvo una disminución natural por el cierre de actividades”, pero para el 2022 hubo de nuevo un incremento.
El catedrático de la asignatura de Entorno Económico del IPADE recomienda “cuidar y seguir monitoreando” que este indicador no empeore. Lo ideal sería observar una tendencia hacia la baja, dijo.
Sin embargo, este dato no quiere decir que las mujeres puedan gozar verdaderamente de tiempo libre, pues ellas realizan más trabajo del hogar y de cuidados no remunerado. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), “los hombres suelen no dedicar tiempo al cuidado y a las actividades de los hogares”, detalló.
Al contrario, “las mujeres, claramente, tienen menos tiempo libre que los hombres. En 2021, las mujeres tenían 106 horas de tiempo libre a la semana. Es decir, trabajan de manera remunerada o no, 62 horas semanales.
Hay una tendencia al alza en esta medición, lo cual es una buena señal hacia la equidad de género, apuntó el especialista, “pero todavía se mantienen por debajo de los hombres con un déficit de aproximadamente 8 horas a la semana”, pues ellos tienen 117 horas libres semanales. Esto significa que trabajan, en promedio, 51 horas.
Disminuir la jornada laboral, una opción
Por lo menos en los últimos 17 años, la pobreza laboral “se ha ido agudizando”, señaló Benjamín Alemán. Los aumentos al salario mínimo desde 2018 contribuyeron “a aminorar este problema, pero la pandemia acabó con estas ganancias”. Oaxaca, Guerrero y Chiapas son las entidades que registran los mayores índices, recordó, así como los mayores niveles de informalidad laboral.
Pero lo que se tiene que “atender urgentemente” para cambiar esta situación es atender la productividad laboral. Una de las medidas para lograrlo es implementar políticas para crear un verdadero balance “entre lo familiar y lo profesional y entre géneros”.
La disminución de la jornada laboral podría ser otra estrategia para algunas actividades, agregó. “En algunos países la jornada laboral es de 35 horas a la semana, es algo que vale la pena discutir sin prejuicios. Trabajar más horas no significa ser más productivo”.
Tal como hubo recelo a la reforma en materia de subcontratación, “que fue muy controversial, porque tiene cosas buenas y seguramente también cosas malas, pero al final de cuentas se abrió la discusión, se logró un acuerdo y hoy tenemos una condición distinta. O lo mismo con la extensión de las vacaciones”.
Fuente: El Economista Capital Humano