El Banco Mundial redujo sus perspectivas de crecimiento económico para México, de un nivel estimado el pasado mes de abril de 2.3% para 2024, a 1.7%; para 2025, las previsiones pasaron de 2.1% a 1.5%; para 2026, las proyecciones disminuyeron de 2% a 1.6%.
En el informe “Impuestos a la riqueza para la equidad y el crecimiento”, el Banco Mundial destacó que en México ha aumentado el nivel de inversión privada, al aprovechar las oportunidades de nearshoring y friendshoring, así como la inversión pública, particularmente en proyectos de infraestructura y esto ha impulsado la actividad económica.
No obstante, en términos de inversión extranjera directa, el gran salto observado en 2022 en América Latina y el Caribe se debió casi por completo a inversiones en el sector de los recursos brasileños, mientras que los flujos hacia el destino de nearshoring, México, permanecieron prácticamente invariables en los últimos diez años.
El Banco Mundial precisó que las nuevas inversiones en proyectos totalmente nuevos (greenfield) en México se cuadruplicaron en los últimos dos años, pero siguen representando una fracción pequeña de los proyectos totales.
Sin embargo, calculó el nearshoring mediante un indicador en términos de cantidad (NSQ), que cuantifica el crecimiento de las exportaciones de un país resultantes del reemplazo de los productos chinos en el mercado de Estados Unidos, y México sobresale como el principal beneficiario, representando el 84% del NSQ total de América Latina y el Caribe.
Pero el aumento acumulado de las exportaciones mexicanas a lo largo de seis años como resultado del desplazamiento de China fue apenas el 4.7% del total a Estados Unidos en 2023.
En términos relativos, algunos países de América Central y Haití se beneficiaron de la sustitución de exportaciones chinas en los últimos diez años. Las ganancias de México se concentraron en maquinarias y equipos de transporte, representando el 1.7% del producto interno bruto (PIB).
El Banco Mundial también destacó que en México, el incremento del salario mínimo desde una base muy baja derivó en un impacto, en general, positivo sobre los indicadores sociales, pero la experiencia regional muestra que una vez que el salario mínimo alcanza un nivel más alto, cualquier aumento subsiguiente representa una carga para empresas de todos los tamaños que puede desalentar la creación de empleo, provocar desempleo, elevar la informalidad e incluso la pobreza.
Asimismo, muchos beneficios sociales están indexados al salario mínimo, poniendo en estrés los presupuestos públicos y complicando el ajuste fiscal. El mercado laboral no tiene resiliencia infinita, por lo que los gobiernos deben proceder con cautela, advirtió.
Fuente: Forbes